La mecánica del corazón


'Uno: no toques las agujas.
Dos: domina tu cólera.
Tres: no te enamores nunca.
La mecánica del corazón depende de ello'.


Rara avis | Por Lucía Semedo

Debo admitir que soy consumidora de la obra de Shakespeare desde hace varios años. Si bien el gusanillo de la poesía no me ha picado hasta hace un par de meses y mis pinitos en el teatro han sido más bien escasos, tanto en lectura como en participación, las obras de este autor siempre me han encantado debido, sobre todo, al drama palpable que crea. A día de hoy, parece que uno está obligado a cerrar su historia con un final feliz, cuando la cruda realidad no siempre brinda esta oportunidad.

Si bien no quiero comparar a Mathias Malzieu con Shakespeare ni mucho menos (con todos mis respetos) he de decir que he sido capaz de descubrir esa tragedia shakesperiana en su pequeña pero sabrosa obra, La mecánica del corazón, un cuento que habla de corazones que se rompes, de viajes a la luna, de celos y de placebos que saben a medicina de verdad.

El pequeño Jack ha nacido en la noche más fría del mundo, que asola la ciudad de Edimburgo. Su madre, una muchacha joven, acude a la casa de Madeleine, una curandera conocida por ayudar a parir a las putas y curar con sus estrambóticos inventos a los mendigos de la ciudad. Madeleine ayuda a Jack a nacer, pero en seguida se da cuenta de que su corazón es tan pequeño y débil que no podrá mantenerle vivo. Así que la doctora toma la determinación de implantar en el pecho del niño un pequeño reloj de cuco, con el fin de que este mantenga estable su diminuto corazón y asegure sus latidos continuados. Este instrumento, cuyas agujas sobresalen de su pecho, impide a Jack vivir una vida normal, ya que siempre es observado con recelo por los demás. Sin embargo, el chico es humano y no deja de sentir emociones que en su situación son desaconsejables, ya que producen la aceleración de sus latidos. Lo descubre el día que conoce a Miss Acacia, una pequeña cantante granadina, que debido a su escasa visión se cae continuamente, pero que canta como los ángeles y baila como el fuego. Desde el minuto uno, Jack se queda prendado de ella y dedica sus días a conseguir su corazón.

Pero Miss Acacia vuelve a Granada y él es demasiado pequeño para seguir sus pasos. No consigue olvidarla ni dejar de dedicarle cada uno de sus pensamientos, y, cuando cree que no volverá a verla, una serie de catastróficas desdichas le obligan a salir del país. ¿Qué mejor momento para buscar a Miss Acacia que ese, cuando ya no tiene nada?

La búsqueda de Jack y de las extrañas personalidades que encuentra en su camino conforma una aventura estrafalaria, que quizás es más un cuento que una novela. Destila magia que adorna una historia de amor real. Porque consigue ser fiel al desarrollo que lleva implícita toda relación amorosa, pasando por los peores momentos y el drama incontrolable de los celos. Ese punto de realismo que se entrevé rodeado de trenes del terror, circos ambulantes y hamsters llamados Cunnilingus y que nos obliga a devolver los pies a la tierra cuando el autor da un tirón.

Si hubiera que describir la obra de Malzieu con una palabra, esta sería “intensidad”. Ya sea su modo de jugar con las palabras, como si de un niño se tratara, o su despiadada verdad escondida entre sueños, consigue llevarnos del amor al odio en un solo paso, de la alegría a la tristeza en un segundo. Es precisamente en eso en lo que consiste la vida, ¿no?


En mi opinión, La mecánica del corazón no es un libro que me haya aportado cosas esenciales. De aquí a unos años, a lo mejor, ni siquiera lo recuerdo. Pero ha sido una lectura sentimental, pasional y, como ya he dicho antes, intensa, que no dudo en recomendar a todos aquellos de lágrima fácil, a todos los amantes de los cuentos. A todos los que han sentido, como el pequeño Jack, como su corazón se rompía. De una u otra manera.



Lucía Semedo  (@Lucía Simonelle)

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